China es, por lejos el país y el estado más antiguo y más continuo de toda la historia. Su prehistoria se hunde hasta más allá que la del propio Sumer y
nunca ha dejado de existir aunque muchas veces lo haya sido dividida en varios estados, bajo el dominio de dinastías extranjeras o sometida a barbaros provenientes de Asia Central.
Durante muchos siglos, la población china se acostumbró a considerarse como una isla culturizada que estaba rodeada de pueblos hostiles y barbaros. Todos los estados que hoy rodean a
China solo han convivido con ella en nuestras propias etapas históricas y antes ni siquiera existían. Por su inmensidad geográfica y su enorme población humana, China siempre ha
sido un imperio en sí y ese no es un hecho banal si no que ha creado una mentalidad y una dinámica política que se extiende hasta el presente. Por eso es que el nombre propio del país
significa “el del medio”, expresión que ya denota esa mentalidad de ser únicos y de no necesitar a nadie, de aislarse todo lo posible de un mundo circundante generalmente hostil. En
este sentido, debemos tener presente que el nombre de China que nosotros le asignamos proviene del de Cipayo que fue como Marco Polo entendió el nombre local que conoció en los
tiempos de Kublai Khan.
Nada refleja mejor ese sentimiento de aislamiento en la cumbre civilizada que una carta que el emperador de China le dirigió a un rey de Inglaterra para
agradecerle el envío de una embajada que llegó para honrarlo, misiva que Toynbee reproduce en su “estudio de la historia”. En ella, el monarca chino le dice que agradece la señal de
respeto y amistad que esa embajada significa, pero le reprocha el envío de regalos, porque “nosotros lo tenemos todo y no nos interesa ni tenemos usos para nada que vosotros podáis
inventar”. La cita no es textual pero refleja fielmente su sentido. La propia colosal construcción
de la Gran Muralla de miles de kilómetros de largo refleja el deseo de aislamiento y de temor al bárbaro extranjero. Un general bárbaro invasor refleja
su juicio sobre China al decir que la espada no sirve para nada frente a un cojín, que se sobrepone y se rehace después de cada golpe. Es la conciencia de que el país invadido los ve
pasar con resignación e indiferencia porque sabe que serán finalmente absorbidos por una etnia y una cultura inmensamente grande y superior.
Todo eso explica que la gigantesca historia de China no registre casi etapas imperialistas. Pareciera que China nunca se interesó por dominar
territorios más allá de sus fronteras naturales y si alguna vez penetró en Asia Central o preparó una posible invasión de Japón o de regiones en lo que se llama Indochina, no
perseveró en esas aventuras y las dejó caer con significativa desgana. Cierto es que sus exploradores avanzaron por la famosa Ruta de la Seda hasta alcanzar la transoxiana, pero fue
mucho más por deseo de proteger rutas comerciales que por ansias de dominio territorial. En la única frontera donde China ha conquistado es en el Tíbet, seguramente para crear
un contrafuerte con el mundo occidentalizado que apreció alguna vez en la India. Es curioso constatar que lo único del extranjero que parece haber interesado a China fueron los
caballos, porque su suelo no se presta para su crianza y los barbaros le mostraban superioridad militar por el dominio de ese animal y de su forma de jinetearlo. Los llamaban
“caballos celestiales” y no había mejor regalo para un emperador que recibir alguno de ellos.
En el último siglo, China parece haber abandonado algo de su torre de marfil para adoptar algunas ideas claramente europeas, como fue su ensayo de
democracia, la adopción del marxismo y algún tímido avance en la utilización del alfabeto latino en su escritura tradicional. En lo que se refiere a este último punto, cuando visité
China en 1976 una de las preguntas prioritarias que llevaba era la de saber cómo se distinguía allí a un analfabeto de quien se estimaba sabía leer y escribir. Me explicaron que
existía una regla de solo utilizar un cierto número de ideogramas jeroglíficos (algo más de 800) en que se tenían que oficializar todos los escritos públicos, de modo que se
consideraba letrado a quien podía escribir y leer con solo utilizar ese número de signos básicos. Claro está que una persona culta dominaba mucho más que eso y memorizaba varios miles
de signos, número que, en caso de eruditos o grandes filósofos, podría sobrepasar los veinte mil. De todas maneras me espanté ante la certeza de que a un niño le enseñaban a memorizar
más de
ochocientos signos para considerarlo letrado. Era la época en que comenzaban, muy tímidamente, a utilizar el alfabeto latino reconociendo las enormes
ventajas que representaba el disponer de una escritura tan simplificada como la nuestra.
Si pretendemos reducir todos estos conceptos a un simple punteo que nos ayude a entender el momento actual de China y a predecir, de alguna manera, algo
de como enfrentara el futuro, tal resumen de tendencias profundamente enraizadas, ese resumen sería el siguiente:
1.- Durante su multimilenaria historia China ha sido pocas veces agresor y muchas veces agredida. Ha sufrido terribles invasiones, ha vivido épocas
enteras bajo dominio extranjero (los imperios Mongoles, Manchúes, etc.) y ha sufrido durante siglos “mandatos del cielo” recaídos en dinastías foráneas.
2.- Tras muchos milenios considerándose el centro civilizado del mundo, China ha lentamente evolucionado hacia una incorporación de conceptos foráneos
en su eterno inmovilismo.
3.- No obstante aquello, China se ha sentido profundamente ofendida por situaciones en que ha tenido que ceder a presiones extranjeras, como fue el caso
de la concesión de enclaves occidentales en Hong Kong y Macao, como tener que legalizar el consumo de opio por presión externa, como resignarse a la independencia de Taiwán respaldada
por potencias occidentales, como la terrible invasión japonesa previa a la Segunda Guerra Mundial, como la llamada “Guerra de las Legaciones” en pleno reinado de la famosa
Emperatriz Viuda, etc.
4.- Como hemos visto, la historia milenaria de China demuestra que no repelió a los invasores si no que los absorbió. Todo el que invadió China, terminó
siendo chino y eso ocurrió también en el plano de las incorporaciones de ideas foráneas. Cuando China adoptó el régimen republicano y más tarde el régimen comunista, lo hizo
adoptándolos a su cultura de modo que terminan pareciéndonos irreconocibles. Hoy los partidos comunistas del mundo no reconocen en China la vigencia de un régimen a fin y les parece
extraño esa mescla de capitalismo y comunismo en que el país crece en proporciones que nunca antes se vio en un régimen afín a la doctrina marxista.
Teniendo en consideración estas constantes Historicas es dable suponer que la política exterior de China en el futuro seguirá las siguientes
corrientes:
a) China no es candidata a desatar una Tercera guerra mundial convencional y ello porque sabe que, con las armas modernas, sería un conflicto en que
todos perderían y muy probablemente acabaría con la humanidad.
b) China sí que pretenderá un imperio económico de alcance mundial porque desea asegurarse los suministros necesarios para crecer económicamente e ir
despertando al consumo a su enorme población interna, con lo que tendría un motor de expansión propio de infinitos alcances.
c) Pero no pretender un imperio territorial no significa estar desarmada. China pretende un cinturón de seguridad que abarque su entorno inmediato y, en
ese sentido, tiene preocupaciones latentes para cercanías como las de Taiwán y el propio Japón. Necesita la amistad con Rusia, pero no ya basada en una afinidad ideológica, si no
que eminentemente geopolítica dada la inmensidad y aspereza de sus contactos geográficos.
d) Pero el entorno también modernamente incluye la vecindad espacial arriba, por lo que a China le preocupa que una potencia extranjera domine el espacio. Por
ello será actor de vanguardia en lo que es la exploración e incorporación del espacio exterior y de la expansión hacia un futuro cósmico.
e) Al pretender una total independencia mercantil, China necesita destruir el monopolio del dólar como único medio internacional de pago. Sabe que la
principal arma económica de Estados Unidos es la de ser el único país del mundo que puede emitir dinero sin consecuencias de corto plazo. Debemos recordar que, cuando terminada la
Segunda Guerra Mundial se le otorgó al dólar esa capacidad de ser medio de pago en todo el mundo, se le exigió una paridad con las reservas de oro que garantizara que treinta y
cinco dólares serían canjeables por una onza troy de oro. Hoy la onza troy vale cerca de dos mil dólares, lo que muestra cómo ha abuzado el país del norte de su capacidad emisora
que ha llevado el endeudamiento fiscal a cifras vertiginosas. Por esas circunstancias China trabajará incesantemente en la implantación de medios de pago distintos del dólar,
como podría ser el propio yuan.
f) China nunca pretenderá ser un exportador de ideología como fue la Unión Soviética. Es un país ensimismado y no le interesa estar financiando partidos ideológicamente vinculados con su modelo de desarrollo sean los que fueran. Por eso la ayuda que le pueden prestar a países como Venezuela o Cuba o Nicaragua deben inscribirse con su pugna en Estados Unidos pero no en una pugna marxismo – capitalismo.
Creo firmemente que estas ideas van a actuar sobre el futuro evolutivo de China en lo que se refiere su acción en el mundo actual. Cambiaran miles de
detalles pero las grandes líneas las ha trazado la historia pasada.