Como he demostrado en varias reflexiones anteriores, mi método de análisis de la coyuntura siempre se basa en buscar en la historia situaciones similares a las que enfrentamos. Este método se basa en dos premisas sólidas: el ser humano es una constante y reacciona en forma parecida cuando enfrenta circunstancias comparables, y ello es particularmente cierto cuando actúa en un grupo; no creo para nada en la singularidad de Chile, de modo que estoy seguro que lo que ha ocurrido invariablemente de algún modo en algunos otros lugares y tiempos, ocurrirá en forma similar en nuestro país en circunstancias comparables.
Es bueno tener en consideración estas premisas para intentar anticipar lo que ocurrirá en Chile bajo el gobierno de Gabriel Boric. Se tratará, sin duda, de un gobierno de extrema izquierda, porque eso son los dos pilares políticos en que se basó su campaña y candidatura: el Frente Amplio y el Partido Comunista. Como este tipo de regímenes se ha instalado en muchas otras partes del mundo durante los últimos cien años, existen padrones comunes fácilmente discernibles que podemos estar seguros que estarán presentes en el proceso chileno. Siempre se trata de regímenes refundacionales, que no solo pretenden modificar un modelo de sociedad, si no que aspiran a refundarlo bajo conceptos radicalmente diferentes.
Por eso, siempre comienzan anunciando que su programa no es cumplible en un corto plazo, si no que requiere de varias administraciones sucesivas, puesto que se trata de fundar una nueva sociedad protagonizada por un individuo diferente del que existe al principio del proceso.
Otra característica común es la pretensión de gobernar en beneficio de las clases más populares y económicamente más postergadas y, consecuentemente, en detrimento de las clases más altas y empoderadas económicamente. Eso indica un alto grado de aceptación de la tesis marxista de que el motor de la historia es la lucha de clases. De allí que estos regímenes siempre buscan sustituir la economía capitalista y de libre mercado por otro sistema económico que básicamente aspira a ser centralmente dirigido y planificado por el estado.
Siendo el objetivo principal de estos regímenes la permanencia en el poder por largo tiempo, el problema de la consolidación les es fundamental. Y esa consolidación la buscan invariablemente a través de dos caminos que son divergentes y que marcan la diferencia entre los motores populistas y los motores marxistas. Los populistas toman el camino de la lluvia constante de beneficios para la clase en que se sustentan, buscando su ampliación y su fidelidad. Este camino del halago constante, exige recursos inagotables, por lo cual se trasforma en una carrera entre la consolidación y la crisis económica que inevitablemente detona el menoscabo de la burguesía que es la única clase creativa y emprendedora, y por lo tanto la que genera riqueza y trabajo. Por lo señalado es que los regímenes populistas que llegan a consolidarse son aquellos que comienzan su aventura con abundancia de recursos económicos, como han sido los casos de la Argentina de Perón y la Venezuela de Chávez. Cuando el camino populista se inicia con escasos recursos, la crisis económica pronto les arrebata su base social y terminan sin pena ni gloria, como se ha demostrado en muchísimos casos.
El camino del totalitarismo es completamente distinto. Se trata de alcanzar la totalidad del poder de la forma más rápida posible, porque lograda esa posición, la represión y el estado policial reemplazan a la “compra de adhesiones”. Culminada la consolidación de un régimen de este tipo, la agonía del país que lo sustenta es larga, dolorosa y finalmente sangrienta. También abundan los ejemplos históricos de esta situación.
Visto todo lo anterior, la cuestión es pronosticar acertadamente cuál de los dos caminos elegirá la administración Boric, si es que tiene fuerzas suficientes para imponer uno u otro. Es seguro que sería muy difícil arrastrar al PC a un proceso populista dadivoso, porque tiene muy aprendida la lección de que ese camino conduce al fracaso, como ya le ocurrió con el gobierno de Salvador Allende. Desde ese punto de vista, sería mucho más fácil unificar al rebaño entorno al plan de asalto al poder en busca de un control totalitario.
Sin embargo, el camino del totalitarismo enfrentaría formidables obstáculos, comenzando por el de la resistencia de una parte muy significativa de la población que también aprendió la lección de cómo movilizarse para evitarle al país ese triste destino. Pero el principal obstáculo es el abismo de ociosidad que se ha creado el PC en relación a las Fuerzas Armadas, que hacen que un intento de autogolpe de Estado no sea factible, a lo menos durante un largo periodo.
Es de advertir que el camino dadivoso del populismo, admite dos tipos de “regalos” a la calle. El primero es el regalo tangible de beneficios como subsidios, mejoras ostensibles de servicios públicos, salarios más altos y menos horas de trabajo. Pero existe también el “beneficio” emocional de ver castigar a las clases consideradas antagónicas. Este segundo tipo de “caramelos” es el que ahonda rápidamente el deterioro económico general. Cuando a un régimen populista se le agotan los recursos, invariablemente recurre al engaño de la inflación porque le permite rebajar la tensión social con constantes aumentos de ingresos, pero que están rápidamente devorados por el envilecimiento de la moneda, que tiene el mérito de engañar al ignorante porque los aumentos de ingresos los recibe del gobierno y los aumentos de precios son imputables a los acaparadores, capitalistas y comerciantes inescrupulosos que para un régimen de este tipo son imprescindibles para culpar de sus desaciertos.
Atendido todo lo señalado, podemos concluir que el futuro inmediato más probable para el país es el de un régimen populista inicialmente dadivoso, con fuertes tensiones internas con el PC. En ese panorama, existe la posibilidad de recaer en un régimen moderado si es que los partidos y movimientos centristas le muestran al gobierno una posibilidad de consolidación contando con su apoyo. Es lo que probablemente habría ocurrido con el régimen de Salvador Allende si hubiera escuchado a tiempo los signos de que el camino totalitario no era ya factible. Me consta que existía un principio de acuerdo en ese sentido al que la violencia de la crisis hizo abortar casi de raíz.
Nuestra apresurada visita a la bola de cristal con asistencia de la historia contemporánea ha resultado fructuosa. En las próximas semanas y meses se despejaran las incógnitas sobre el camino a seguir, pero ya se puede anticipar un periodo muy duro y decadente. No es un buen pronóstico de año nuevo, pero tiene de realista lo que no tiene de alentador.