¡CUIDADO CON EL PENDULO!

Todos sabemos lo que es un péndulo y como funciona.  En particular, sabemos que la amplitud en un sentido será la misma que tendrá en el otro sentido cuando retroceda de su posición más extrema.  Por esa particularidad, el ejemplo del  péndulo es frecuentemente utilizado para explicar las rotaciones de los gobiernos en los países democráticos, al punto de que se ha convertido en axioma el que un gobierno de izquierda es sucedido por otro de derecha.  Ahora bien, en el trascurso de medio siglo, la democracia chilena ha experimentado dos gobiernos antidemocráticos de extrema izquierda, y conviene que meditemos sobre qué forma adoptó la réplica de la extrema derecha, tanto más cuanto que ahora vivimos la víspera de que una de esas replicas se ponga en marcha. 

La primera experiencia de ese tipo la entregó, hace ya medio siglo, la caída del gobierno de extrema izquierda de Salvador Allende.  Su derrumbe fue seguido por una réplica de diecisiete años de dictadura militar, que practicó durante ese largo lapso una política que en muchos aspectos podría calificarse de extrema derecha.  Antes de que eso ocurriera, existe evidencia de que el soporte político de ese gobierno, llamado Unidad Popular, había hecho planes para un autogolpe de estado porque preveía que la crisis, sobre todo la económica, estaba a punto de socavar completamente el apoyo popular al régimen.

En la situación presente, el referéndum del 4 de septiembre le restó toda posibilidad de aplicación al plan de gobierno que representa Gabriel Boric y, por lo tanto, ya no existe la posibilidad de hacerse con la totalidad del poder que habría sido la consecuencia directa de un voto aprobatorio de la propuesta constitucional sobre la cual la ciudadanía se pronunciaba.  El rechazo fue tan contundente que superó la fuerza que en el caso de Allende tuvo la advertencia del gran paro nacional de octubre de 1972.

Pero ocurre que ni siquiera la Unidad Popular planteó una refundación nacional de tan extrema  izquierda como la propuesta por Apruebo Dignidad, y basta eso para explicar que ya ha provocado formulaciones de tan extrema derecha como jamás se vieron en el caso de Allende.  De ese modo, la ley del péndulo nos asegura que si esas tendencias de extrema derecha logran alcanzar el poder, aplicaran un programa tan simple y brutal como el que se puede resumir en un corto párrafo: declaración de una emergencia nacional que permita lanzar todas las fuerzas represivas del Estado en busca de una eliminación drástica de la delincuencia, el narcotráfico, la sedición mapuche, las movilizaciones que alteran la vida urbana, la inmigración descontrolada e ilegal de agitadores y maleantes extranjeros, etc.;  Concentración de toda la capacidad económica del estado para entregar a la población educación, salud y vivienda de verdadera calidad y que deje atrás las pacotillas de estadística con  que hoy día se encubren gigantescas falencias en todos esos vitales ítems;  Formulación de políticas completamente dirigidas a incentivar las inversiones nacionales y extranjeras que ofrezcan creaciones de fuentes de trabajo bien remuneradas, incluyéndose un riguroso rol subsidiario del estado. 

Estoy seguro de que, si hubiera una elección presidencial muy próxima, ya sería difícil derrotar a un candidato que no tuviera más que ese programa de gobierno y es en este punto en que invito a meditar sobre lo que puede ocurrir si esa elección se da cuando pasen años del desastroso gobierno actual de Boric, cuando la fuerza de ese programa ya se haya convertido en invencible.

Si es que en la actual coalición que apoya al  gobierno  existiera siquiera un político con visión de futuro, se aterraría ante esa perspectiva de tener que enfrentar una elección presidencial desde un gobierno tan desprestigiado como va a ser el de Boric a medida del correr de los meses.  Se dará cuenta de que, a no mediar una drástica corrección, no es viable suponer la prolongación de un régimen con presidente desenfocado, que se inventa un viaje por mes con cero provecho nacional, y que en realidad carece de las mínimas capacidades para conducir la nave del estado.  Esa perspectiva va derechamente camino a una derrota que puede ser definitiva.

Conviene hacer notar que las fuerzas políticas agrupadas en Apruebo Dignidad ya ni siquiera se defienden del calificativo de antidemocráticas.  Ello se desnuda psicológicamente en la aceptación de que sus socios de gobierno se titulen de Izquierda Democrática, lo que tácitamente implica aceptar que ellos no lo son.  Ese solo hecho justificará el debate de un punto que debería considerar cualquier nueva constitución democrática.  ¿Es aceptable que un sistema político este condenado a albergar en su funcionamiento a fuerzas que le son doctrinariamente contrarias?  Esa pregunta la contestó el Presidente Gabriel Gonzalez Videla hace ya más de tres cuartos de siglo, cuando promulgó su Ley de Defensa de la Democracia que obligó al Partido Comunista a abrir su secretaria general en Pisagua.  Ciertamente que hoy están en medio del camino que el péndulo ha comenzado a recorrer para retroceder desde el punto extremo cuyo monumento es la irrisoria propuesta constitucional que elaboró la Convención que tuvieron en su poder hace apenas unos pocos meses.

Orlando Sáenz