En la semana que siguió a los comicios del domingo 7 de mayo, me dediqué, diligentemente, a leer y a escuchar los análisis a su propósito emitidos por un reducido
grupo de analistas y opinólogos que, unánimemente, se dedicaron a detectar las causas a las que era atribuible la sorprendente aprobación del Partido Republicano y también a las dificultades que
dicho partido tendría para retener su enorme votación en los varios próximos comicios que contemplan los tres años que le faltan al gobierno de Gabriel Boric. También unánimemente todos ellos
concordaron en que esa capacidad de retención de su enorme votación en futuras elecciones sería principalmente función de la capacidad de dicho partido para mantener su unidad y demostrar
moderación y éxito en las grandes pruebas que le esperan como verdadero patrón de la confección de una nueva Constitución para Chile. Estando de acuerdo con todos ellos en esas dos
materias, hago notar, sin embargo, que en mi opinión el principal factor del futuro éxito del Partido Republicano dependerá de lo que haga el gobierno de Gabriel Boric en el lapso de tiempo que
medie entre este momento y esos futuros comicios.
Ello porque el peor escenario para el Partido Republicano no sería el del rechazo de su proyecto constitucional en noviembre próximo, sino que el que ocurriría si
ese rechazo tuviera por telón de fondo un gobierno de Boric que en ese ínterin demuestre moderación, mejore su gestión y lo respalde una aprobación superior notoriamente a la que hoy día
ostenta.
Pero esa conclusión conduce a preguntarse si el gobierno de Gabriel Boric es capaz de efectuar un giro hacia la moderación y mostrar un sensible avance en la
calidad de su administración y en la atención a las necesidades prioritarias de la ciudadanía cuya ignorancia hasta ahora ha sido el factor principal de su descredito. Y en ese aspecto, que
es fundamental para el futuro de los republicanos, creo firmemente que esa capacidad de cambio en el gobierno en realidad no existe. Me esforzaré por analizar las razones que me comprueban
esa incapacidad mutacional.
La primera de esas razones está en la propia personalidad de Gabriel Boric. El es, de alma, un izquierdista extremo. Toda su trayectoria y su formación
cultural demuestran esa connotación. Un giro hacia el centro es lo último que él quisiera como persona, y a eso se suma en que la capacidad para timonear un giro hacia la centroizquierda
requiere habilidades y cualidades que él no tiene. A estas alturas esta claro para todo Chile que la mejor cualidad de Gabriel Boric es su habilidad para componer discursos efectistas,
pero que no tienen ninguna consecuencia en su verdadero actuar y eso es demasiado poco para arrastrar a varios partidos políticos que se jugarían su futuro en una asociación con él y su
gobierno.
En segundo lugar, los comicios del domingo 7 de mayo alteraron el ya precario equilibrio de fuerzas dentro del bloque que sustenta el gobierno de Boric. Es
incuestionable que ese resultado fortaleció al sector de izquierda radical en desmedro del sector que podría llamarse de izquierda moderada. Y ello ocurrió cuando el principal partido de
izquierda democrática, el Partido Socialista, ya había celebrado un verdadero pacto electoral con la izquierda radical, como que fue en lista conjunta a este comicio y por primera vez su votación
fue notoriamente inferior a la del Partido Comunista. El nuevo equilibrio de fuerzas dentro del gobierno no podrá dejar de tener consecuencias, todas negativas para una posible moderación
del régimen. Desde esa perspectiva, no es difícil pronosticar un progresivo debilitamiento del rol de la ministra Toha y del ministro Marcel cuyo sustento político partidista es casi
inexistente y además nunca estuvo en la esfera de aprobación de la izquierda dura.
En tercer lugar, en el sector de la izquierda más radical, la principal influencia la ejerce el PC que nunca ha apoyado un giro del gobierno hacia la
centroizquierda y jamás lo va a hacer porque tiene poderosísimas razones ideológicas y programáticas que se lo impiden, a lo que se suma la terrible experiencia que sufrió durante el régimen de
Salvador Allende. Esa experiencia de hace medio siglo le mostró que jamás puede permitir que se le formen fuerzas políticas más radicales que la de su propio partido como en esa ocasión
ocurrió con fracciones del propio socialismo y hasta de la Democracia Cristiana (recuérdese el protagonismo de entonces de Carlos Altamirano, del MAPU, de la Izquierda Cristina,
etc.)
En cuarto lugar, y como la razón más poderosa, está el hecho de que no basta un giro del gobierno hacia una posición más centrista para solucionar su posición
minoritaria hasta en el Congreso. Para hacerla efectiva, requiere pactar con algunos sectores de la propia derecha, lo que hace oneroso e inaceptable ese giro. Esa situación garantiza
que las reformas fundamentales del programa de gobierno no son ya posibles sin modificaciones que, en una gran medida, las enajena y las hacen irreconocibles para los sectores
radicales.
Si todo lo señalado nos demuestra que el giro hacia la izquierda democrática del gobierno de Boric no es posible, ello nos obliga a pronosticar cual será el curso
que seguirá el régimen en el periodo inmediato. Creo firmemente que, contra la opinión de la mayoría, veremos un periodo ostensible de radicalización que se demostrara en todo lo que un
gobierno puede hacer con sus facultades meramente administrativas y con la proposición de medidas estrictamente populistas que, aunque resulten rechazadas, permitirán culpar a otros de la
imposibilidad de beneficios que favorecen a quienes, ingenuamente no entiendan su irrealidad. Eso le asegura al Partido Republicano que no tendrá que enfrentar el peor escenario al que
antes mencionamos y puede girar a cuenta de que el gobierno ayudará sus opciones con medidas que acentuaran su rechazo para las fechas en que se efectuaran nuevos comicios su problema se
concentrara entonces en la calidad de su trabajo con la nueva constitución. Por otra parte, la izquierda radical sabe ya que en noviembre tendrá que tomar posición frente a una propuesta
constitucional que le dejara solo dos opciones: o aceptar esa nueva Constitución redactada por sus adversarios o seguir con la Constitución que se ha pasado décadas denigrando. Creo que no
llegaran a enfrentar esa durísima alternativa y que tratara de desvirtuar el proceso desde ya. No es posible imaginarse al PC apoyando la vigencia de cualquiera de esas alternativas y, por
lo tanto, la pregunta a responder es ¿Cuándo el PC “pateará la mesa” del proceso constituyente?
Lamento que estas reflexiones le auguren a mis compatriotas un tiempo inmediato de grandes disgustos y angustias, pero es mejor prepararse anímicamente para ello
que esperar milagros políticos que muy pocas veces ocurren.
Orlando Sáenz