EN BUSQUEDA DE LA LIBERTAD DE ELEGIR

¿Puede el fallo de un juicio entre dos particulares hacerse obligatorio para quienes no litigaron?  El sentido común, que es más fuerte que las leyes, dice que NO, pero la Corte Suprema Chilena pretende que Sí y le ha dado carácter universal a un juicio entre las Isapres que son entidades privadas, y un grupo de cotizantes que las demandaron por cobros indebidos en las cotizaciones.  Teniendo en consideración esa extensión, nosotros, los cotizantes que no participamos de esa querella, nos veríamos obligados a sumarnos a quienes quieren acabar con las Isapres por la vía de hacer imposible su estabilidad económica.  Yo, en lo particular, no tengo la menor intención de verme obligado a colaborar en la destrucción de las Isapres por la vía de aceptar una devolución que ni he pedido ni he considerado que me corresponde.

Estoy seguro de que muchos se preguntaran por qué me indigna y rechazo lo que parece un inesperado beneficio económico.  Tal vez convenga enumerar mis razones para comprobar que no son rebeldías sin causa sino que son muy profundas defensas de mi libertad personal.  En primer lugar, si en su tiempo acepté y pagué las alzas de cotizaciones, fue porque libremente las consideré válidas y necesarias.  Si hubiera pensado de otra manera, habría hecho lo que cualquier persona normal hace, que es cambiar de proveedor del servicio que estaba comprando.  Pero no lo hice, de modo que de esa manera estoy ejerciendo mi libertad de elegir y he continuado teniendo confianza y agradecimiento con la Isapre en que cotizo desde hace larguísimos años.  Por consecuencia, no estoy dispuesto a ser parte del asesinato de una institución de la que estoy contento y agradecido. 

En segundo término, mi contrato social con el estado chileno establece que tengo que obedecer sus leyes definidas como “expresión de la voluntad soberana que, en la forma establecida por la constitución, manda, prohíbe o permite”.  En este caso, no veo por parte alguna esa manifestación de la voluntad soberana y solo su expresión pública y explicita me obligarían a cumplir con la extensión universal del fallo de la Corte Suprema, cuyas facultades legislativas no conozco ni me competen.  Además, me parece altamente sospechoso que esa corte le de esa amplitud universal  a ese fallo particular justo en los tiempos en que nos gobierna un régimen reconocidamente empeñado en suprimir la libertad de elección en el caso de la salud, las pensiones y  la educación.  Y que no tiene apoyo parlamentario para obtener esos fines por la vía de la legislación constitucional.

En tercer lugar, rechazo el fallo de la suprema porque nadie me preguntó si quería coparticipar en el juicio que estaba fallando y veo en  la supuesta obligatoriedad de la sentencia una nueva coartación de mi libertad personal, que estoy dispuesto a defender a todo trance.  Estoy harto de que me traten como si fuera un niño en una sala cuna, al que hay que obligarlo a seguir solo instrucciones externas.  Me creo un ciudadano libre en un país que desde mi cuna me prometió ser “o la tumba de los libres o el acilo contra la opresión”.

En cuarto lugar, estoy determinado a que ni yo ni mi familia dependamos en lo que es salud o educación de lo que ofrecen los servicios supuestamente regulares del estado.  Pienso que la salud de Fonasa es insuficiente, morosa, poco uniforme y de mala calidad y creo que la educación pública es un caos que solo puede formar vándalos ignorantes.  Sé que son juicios con alto grado de subjetividad, pero son lo que pienso en uso de mi libertad.

Consecuente con todo lo señalado, deseo precisar lo que me propongo hacer con el objeto de saber si hay otros que piensen como yo, con miras a generar un movimiento solidario.  Me propongo rechazar el beneficio del fallo supremo ya sea por la vía de simplemente expresar esa voluntad cuando la Isapre pretenda abonarme su devolución, ya sea por la vía de ofrecerle una donación de lo que me está traspasando o ya sea por el expediente de repactar bilateralmente esa obligación hasta darle fechas que la vuelvan inocua.  De esa manera, deseo colaborar a que el esfuerzo por destruirla se diluya lo suficiente como para asegurar su supervivencia y la continuación de sus servicios.   Para optar  por algunos de esos caminos, consultaré un abogado que me diga  cuál es el más adecuado y posible, ello  porque en mi querido Chile ya puede haber normas que me impidan regalar lo que es mío.

Este tortuoso camino va a parar al profundo problema filosófico de discutir si la democracia está verdaderamente caminando hacia los ámbitos de ampliar la libertad personal.  Tengo severas dudas al respecto y me las confirma el hecho de que los parlamentarios que supuestamente son de posiciones libertarias, con frecuencia colaboran en que los gobiernos de extrema izquierda avancen en la invención de nuevas cadenas para esclavizarnos.  Quisiera ver representantes de mi pensamiento libertario más combatidos y más decididos de lo que estoy viendo y responder a esas preguntas especialmente importantes en vísperas de comicios en que se decidirá, en último término, el rumbo de Chile en los próximos años.  La correcta elección en ellos será más determinante que nunca.

Orlando Sáenz