Fueron los griegos del periodo clásico los que acuñaron la afirmación de que “los dioses ciegan a quien quieren perder”. Parece una frase críptica, pero en
realidad alude a un fenómeno de validez universal que es el de la pérdida de contacto con la realidad que experimentan algunos gobernantes muy empoderados. En verdad, yo creo que ese
fenómeno es no sólo universal si no que hasta cierto punto inevitable. Los gobernantes pierden contacto con la realidad en la medida que trascurre el plazo de su máximo poder, y lo único
que varía es la capacidad individual para resistir la formación de la burbuja aisladora. Esa burbuja, que puede terminar en tragedia, impide al mandatario mantenerse en contacto con
la realidad del país que gobierna y se forma por el efecto que tiene sobre su persona la vida en medio de un conjunto de “cortesanos” que le trasmiten nociones cada vez más alejadas de lo que en
realidad ocurre y ello por adulación, por conveniencia o por cobardía. Han existido en la historia mandatarios que combatieron ese efecto aislante con medidas bastante extremas. Se
dice que el califa Harún Al – Rashid salía de noche a recorrer Bagdad y, irreconocible bajo un pobre manto, se enteraba de lo que decía el pueblo. El emperador Tiberio solía ocultar
su rostro para asistir como simple espectador a los juicios que se sustentaban en Roma para juzgar personalmente la calidad de los jueces.
Si bien el fenómeno de burbuja aislante se da en forma relativamente universal, en Chile nunca habíamos tenido un caso tan extremo como el de Gabriel Boric, porque
este construyó su burbuja antes de llegar a la Moneda y esa burbuja es tan fuerte que, a un año de gobierno, ya no es capaz de escuchar a su pueblo para saber cuáles son sus principales
problemas. Y porque eso es así, atiende lo que a pocos importa y desatiende el angustioso acontecer diario. Hoy día por lo que el pueblo chileno clama es por la paz y la concordia que
permita una vida segura y con algún futuro. Esto es tan apremiante que oscurece completamente otros problemas que son al parecer prioritarios para el mandatario, pero que ya no están ya en
sintonía con el padecer de la ciudadanía. Por ejemplo, no se puede entusiasmar a un pueblo con un programa de salas cunas cuando todos los días discurre con miedo por las calles de todas
las ciudades de Chile. Por eso ni siquiera un proceso constitucional capta la suficiente atención como para sustentarlo con la seriedad que merece.
Se podrá argumentar que Boric no puede ordenar el país, y puede ser que eso sea cierto. Pero, por lo menos, lleguemos a esa conclusión después de verlo
usar a fondo los poderes que para tal efecto le otorga nuestro ordenamiento institucional republicano. Hace ya largo tiempo que el país espera de su gobernante de turno una intervención a
fondo para acabar con el terrorismo que agobia ya a mucho más que la Araucanía. Hace ya largo tiempo que espera una lucha frontal contra las bandas delictuales y contra la infiltración de
maleantes y agitadores que sin control invaden diariamente el país. Hace ya largo tiempo que la ciudadanía espera que se limpie el centro de Santiago para no vivir la vergüenza diaria de
ver convertido en pocilga lo que es lo más representativo de la nación. Hace mucho tiempo que esperamos un presidente que asume sus errores y no se esconda diariamente detrás de culpables
sustitutos.
Cabe preguntarse cómo fue que Boric construyó su burbuja aisladora cuando era un “don nadie” y ni soñaba en pisar la Moneda. Creo que el principio de esa
construcción ocurrió en el periodo estudiantil, donde absorbió nociones del marxismo y acuñó la enorme ignorancia de lo que era su propia patria, y ello porque no tuvo tiempo de mirar a
Chile desde las marchas y de los fáciles caudillismos estudiantiles. Esa educación forjó lo más duro de su burbuja, que es un poderoso dogmatismo, el mejor constructor de burbujas
aislantes que la humanidad conoce. Se ha pasado años legitimando la violencia como instrumento político y ahora no quiere ni puede reprimirla como mandatario responsable de la legalidad y
la seguridad nacional.
Como es imposible mantener al país por tres años más en el estado en que hoy día está, después de sus enormes derrotas en el plebiscito del 4 de septiembre y en la
tramitación de su capital proyecto de reforma tributaria, anuncia que intentará un camino de seria negociación con su oposición política para quebrar su inmovilidad gubernamental. Pero su
partido eje de gobierno, como es el Partido Comunista, se le adelanta anunciando que será mediante las movilizaciones sociales como forzara la revolución que anhela. ¿Es posible gobernar a
Chile arrastrando este tipo de contradicciones en que los distintos grupos que apoyan al gobierno lo desautorizan diariamente con iniciativas propias alejadas de lo que se anuncia como la
política oficial? La respuesta es obviamente negativa y es tan ruidosa que hasta hay esperanzas de que perfore la burbuja impenetrable al sonido en que nació Gabriel Boric a la vida
política.
Todo esto conforma un escenario terriblemente preocupante para el país, que cada día se desvencija más ante las sacudidas que no cesan. El gobierno de Boric,
a no mediar una profunda transformación, acabará muy mal y sería porque, en su caso, “los dioses ensordecen a quienes ya andan perdidos”.
Orlando Sáenz