El ridículo que ha hecho el Presidente del Partido Comunista Guillermo Teillier cuando, a pocas horas de iniciarse la votación del 4 de septiembre, convocó al “pueblo” a salir a la calle para “defender el triunfo”, será motivo de un recuerdo perdurable. Los resultados de esa histórica votación han desnudado la total carencia de realidad en que vive este controvertido dirigente, al que las encuestas ya le daban el indeseable honor de ser el político más desprestigiado del escenario chileno. Conviene analizar el significado y la intención que motivaron esa convocatoria tan extraordinariamente extemporánea y ridícula.
No hay duda de que al hacer su declaración, el Sr. Teillier estaba contemplando una llegada muy estrecha entre el “Apruebo” y el “Rechazo”, lo que demuestra lo perdido que estaba. Pero la convocatoria que pretendía, desnuda, además, el carácter totalitario de su partido porque una movilización de masas como la que esperaba no es otra cosa que una asonada con olor a autogolpe de estado. Para mí, no es ninguna novedad que existan situaciones en que el PC muestra desvergonzadamente su profundo carácter antidemocrático, lo que se denota hasta en el significado que para los comunistas tiene el vocablo “pueblo”. El pueblo al que ellos invocan en estas situaciones es aquel que aprovecha cualquier circunstancia que justifique una salida a la calle a cometer saqueos, desordenes, destrucción de bienes públicos y privados, violación de los derechos humanos de compatriotas sin ninguna participación en la contienda que ellos pretenden capitalizar. Ese no es el pueblo chileno y, por lo tanto no se me ocurre una palabra que mejor lo distinga del que Teillier invoca que llamarlo “populacho”.
Tras explicar el cambio de nombre de la parte del pueblo que tiene Teillier en mente para utilizarlo como su fuerza política, compuesta exclusivamente por la hez de la sociedad, debo explicar su propia necesidad de cambio de nombre sin que ello implique una intención peyorativa. Teillier es tan de otra categoría que pasados grandes dirigentes del PC, que hay que hacer algo para distinguirlo de ellos. Por de pronto, se mantiene en el cargo exclusivamente porque la tradición del PC es de cambiar de Secretario General o Presidente cuando el anterior se va al cementerio, ello porque sus estructuras son tan poco democráticas que no existen mecanismos suficientes para marcar una evolución, o una censura o un proceso que dibuje una carrera. Los cambios en los PC, y no solo en Chile si no que en todas partes, siempre son por golpes de estado internos. Son muchos los episodios en que Teillier ha demostrado falta de tino, falta de tacto y falta de lealtad política. Bajo su presidencia, el PC ha destruido a todas las coaliciones de gobierno en que ha participado, y sus altaneras y explicitadas presiones para radicalizar el gobierno de Boric han sido las causantes más notorias de su tremenda derrota. Si hacemos una lista de las veces que Teillier abrió la boca para contradecir directamente lo dicho por su cautivo de la Moneda, nos damos cuenta de cuán importante fue él y su partido para descapitalizar a Boric en tiempo récord.
En cualquier partido político, un fracaso de tal magnitud significaría un total cambio de directivas y de rumbos, tanto más cuanto que comparten ese fracaso las principales figuras del PC que se chaquetean entre sí para futuras aventuras política. Con Teillier se hundieron personeros como Jadue, Barraza, Muñoz, etc. y la única sobreviviente es Camila Vallejos, que por lo menos tiene el tino y la lealtad suficiente para no haber compartido sus vergonzosos comportamientos. También se hundieron hasta varios de los “compañeros de ruta que han seguido las pautas del PC, como son personajes tales como Yasna Provoste, Fernando Atria, Georgio Jackson y otros del estilo.
Con lo señalado, pretendo explicar por qué no se puede tachar a Teillier de comunista porque eso no lo distinguiría de muchos otros que en el pasado no habrían cometido tantos disparates, de modo que dejo a mis lectores la tarea de encontrar un nombre adecuado para alguien que políticamente se sitúa entre el marxismo leninismo y el desorden mental del Frente Amplio.
El señor Teillier está tan desubicado que pecha por colocar correligionarios en puestos que hasta el más elemental sentido común sabe que serán terriblemente desgastantes para el gobierno que se supone apoya. Basta recorrer la historia chilena y mundial del comunismo para darse cuenta de que es totalmente incompatible con cargos que implican las herramientas de defensa de la seguridad interna y externa de cualquier nación democrática. Un buen dirigente comunista que estuviera apoyando a un gobierno, rechazaría nombramientos que implican mando y control de fuerzas armadas o de orden, porque no podría ignorar que le causan un tremendo daño al gobierno que supuestamente apoyan. El escándalo que ha armado Teillier por el episodio del Subsecretario del Interior nonato que acabamos de presenciar con estupor, y risa, demuestran el déficit de criterio político que debiera mostrarle a Teillier el camino de su casa.
Dentro del folclor nacional, todos los chilenos esperaremos con ánimo festivo el próximo momento en que el Sr. Teillier invite a su populacho a celebrar una victoria. Me temo que habrá pocas oportunidades para ello. Entre tanto, sería conveniente aconsejarle que leyera sobre la exclamación del Rey Pirro tras una batalla en que perdió a la mayor parte de sus huéspedes y, emulándolo, diga que con otra “victoria” como la del domingo 4 de septiembre “tendría que cerrar las oficinas del partido”.
Orlando Sáenz