Muchas veces se ha afirmado que siempre la realidad termina superando a la más audaz de las fantasías. Y el acontecer histórico aporta con frecuencia pruebas de ello al registrar episodios en que un acontecimiento inimaginable, impredecible, casual o absurdamente fortuito cambia completamente el resultado final de un proceso que parecía inevitable. El eclipse de sol que siembra el pánico y dispersa a un ejército a punto de culminar una victoria trascendente. La tempestad que destruye la Invencible Armada antes de invadir Inglaterra. La puertecita olvidada que permitió a los turcos tomar Constantinopla. Stefan Zweig recuperó varios episodios similares que cambiaron el curso de la historia y con ellos compuso una maravillosa obra que tituló “Momentos Estelares de la Humanidad”.
Evoco todo esto porque creo que la modesta y apartada historia de Chile puede llegar a aportar otro notable caso de irrupción de lo completamente inesperado que altera profundamente lo que parecía un destino inexorable. Y ello porque, en verdad, la irrupción de la terrible pandemia del Covid- 19 bien puede significar una verdadera segunda oportunidad para que el gobierno de Sebastián Piñera recupere el liderazgo y el prestigio que ha perdido en el lamentable camino que escogió para enfrentar la asonada subversiva con que trataron de abatirlo. Desde luego, la pandemia puede lograr lo que no habían conseguido los penosos acuerdos políticos cupulares con que el gobierno ha estado comprando precarios apoyos de un parlamento más desprestigiado y fracasado que él mismo.
Porque, en efecto, la pandemia no solo le otorga al gobierno la más legitima e irrebatible razón para prohibir y controlar las pobladas movilizadas si no que convierte esa prohibición – que debió asumir mucho antes de que ni siquiera se oyera hablar del Covid -19 y por distintas e igualmente poderosas razones – en una obligación ineludible. Más aun, la emergencia sanitaria le crea al Presidente Piñera el escenario de tarea desesperada en que – como ocurrió en la crisis de los 33 mineros de su primer gobierno – mejor brillan sus cualidades de administrador y organizador, con el afortunado agregado de que dispone de un Ministro de Salud con la preparación, firmeza y credibilidad que requieren las circunstancias. Y, lo más importante de todo, la terrible pandemia otorga el prolongado lapso de tiempo que permitirá rediseñar el disparatado proceso constitucional que, de haberse intentado en la forma y plazos con que fue programado, habría conducido ciertamente al colapso final de la democracia chilena.
Claro que para trasformar el desastre en una nueva oportunidad se necesitan muchas cosas que, si faltan, harán del desastre una catástrofe terminal. Se necesita que el Presidente Piñera de hoy también sea el mismo del tiempo de los mineros. Se necesita que tenga la firmeza que no tuvo en octubre pasado para enfrentar la asonada que sin duda intentarán reiniciar sus enemigos en cuanto la emergencia sanitaria se suavice. Se necesita que se maneje con extrema habilidad y prudencia una coyuntura económica nacional que será durísima. Se necesita un manejo económico que privilegie, por sobre toda otra consideración, las medidas que fomenten la inversión y el empleo. Se necesita que el gobierno termine de entender que hoy las cúpulas políticas no controlan para nada el comportamiento ciudadano y deje de comprarles lo que no tienen con medidas populistas que desvirtúan su propia identidad programática. Se necesita que se recomponga la relación cívico – militar para lograr que el estado chileno vuelva a disponer de la fuerza que garantiza el pleno ejercicio de la soberanía en cada metro cuadrado de territorio. Se necesita que el aparato judicial entienda, de una vez por todas, que es preferible correr el riesgo de castigar a un inocente para asegurarse de que nunca se dejará impune a un culpable.
Y, sobre todo, es necesario que el Presidente convenza a una amplia mayoría ciudadana que no está aprovechando la emergencia sanitaria para suprimir su agenda social ni mucho menos para eternizar la vigencia de la actual constitución, cuya necesidad de ajuste y modernización es ya un consenso. Esto será particularmente difícil porque todo el extremismo se empañará en convertirlo en reo de ese propósito. Para ello sería conveniente que considerara la idea de darle carácter constituyente al gobierno y al Parlamento que surgirán de las elecciones generales de 2021, renunciando así a la peregrina idea de sustituir la Constitución de Pinochet por la Constitución de Piñera. Abona esa idea lo que ya resulta evidente, como es que la pandemia ya ha tornado imposible mantener el calendario que se había acordado para tirar a la calle un proceso constituyente sin siquiera explicar lo que es una constitución.
Las reflexiones anteriores definen una inmensa tarea que podría parecer imposible, pero que muestra una luz al final del túnel, lo que ciertamente no se podría decir del camino que ahora seguimos como en una tragedia griega de final garantizado. En verdad no sé si Chile tiene hoy personas capaces de enfrentarla victoriosamente. Pero si sé que los ha tenido y que surgen de la nada cuando la oscuridad es más densa.
Cierto es, en estas condiciones, que no es posible saber si al final del túnel habrá una muralla negra o una apertura al cielo azul. Pero sabemos que solo entonces se nos revelará si el Covid -19 fue un castigo o una oportunidad.
Orlando Sáenz