Tengo un conjunto de amigos que suelen llamarme para comentar aspectos de algún artículo mío que acaban de leer. En general se trata de comentarios laudatorios o coincidentes, seguramente más dictados por el afecto que por sus contenidos. Pero hubo una notable y dolorosa excepción. Se produjo tras la publicación, muy limitada por cierto, de un artículo titulado “No hay segunda sin tercera” que apareció el 7 de diciembre de 2017. Esa vez, todas las llamadas fueron condenatorias y las más piadosas fueron las que se limitaron a atribuir mis afirmaciones a debilidades mentales precursoras de la senectud.
La razón era simple. Todos coincidían en que, a esas alturas, advertir que se había puesto en marcha un sigiloso plan para factibilizar un tercer gobierno Bachelet para las elecciones de fines de 2021, era algo tan carente de verosimilitud que el hacerlo había degradado mi pluma.
Cuando, el 15 de abril de 2020, apareció mi artículo “Rumbo al Bachelet III”, hubo llamadas de incredulidad, pero no faltaron las de estupor y no hubo ninguna para poner en duda mi estado mental. Y ahora, luego que se anunciara la candidatura presidencial “a dedo” de Paula Narváez, las únicas llamadas que he recibido han sido de quienes me sospechan parentesco con Nostradamu o Cagliostro.
Pero, si bien el sentirse profeta es muy reconfortante, yo sé que todo mi merito no pasa de analizar con pedestre lógica aristotélica los hechos que están a la vista y que permiten conjeturar el futuro, con buena base, solo a condición de sopesarlos imparcialmente y sin confundir deseos con realidades.
Y ¿qué es lo que ya vi a fines de 2017? Vi a un conjunto de partidos que se decían “la izquierda chilena” pero que eran tan heterogéneos en sus posturas ideológicas que ya no se podían definir más que como “oponentes de Piñera” o como “progresistas” que ya no se atrevían a explicar lo que para ellos era el progreso. Esa izquierda, que solo podía definirse por lo que no era, tenía ya entonces un solo punto de coincidencia: el liderazgo de la Sra. Michelle Bachelet. Ya entonces ella era el 1 en un grupo de números primos (esos son los números que no pueden ser divididos exactamente más que por el 1). Agréguese que solo tenía 66 años y que no hay chileno que no sepa quién es, lo que solo pueden decir un par de personas en Chile.
Cierto es que la Sra. Bachelet cargaba con un opaco primer gobierno y con un segundo irremediablemente malo, pero, aun así, pensar en una tercera victoriosa postulación no tenía nada de descabellado. Pero, todavía más, cuando escribí ese artículo yo sabía, por testimonios directos bastante confiables, que la maniobra para desbancar la precandidatura de Don Ricardo Lagos se había fraguado en la Moneda. Habida cuenta de que el ex presidente era el único que podía reunir a la centro izquierda en términos competitivos, esa maniobra para desbancarlo no podía tener otro objeto que factibilizar una tercera campaña para el año 2021.
De esa manera, espero haber demostrado que mi advertencia de fines de 2017 no era una tontería, si no que algo muy basado en la realidad. Cierto es que en los cuatro años siguientes podían pasar muchas cosas que hicieran inviable una tercera candidatura. El gobierno de Piñera podía ser un éxito y terminar imponiendo un sucesor. La izquierda podía generar un liderazgo poderoso y, de alguna manera, pergeñar algo parecido a un atractivo programa de gobierno. Pero también era posible que nada de esto ocurriera y que la opción Bachelet III terminara siendo la más potente que la izquierda pudiera pretender para los comicios de fines del 2021. Y eso fue lo que ocurrió, porque el gobierno Piñera II fue un desastre y la izquierda no fue capaz de proyectar a nadie con algún remoto parecido a estadista.
En abril de 2020 eso ya era evidente y mi artículo “Rumbo al Bachelet III” estuvo lejos de cosechar la incredulidad del anterior, porque ya no era una predicción si no que una certeza. Ahora, con la proposición totalmente inopinada de la pre-candidatura de Paula Narváez, el Bachelet III es ya una tangible realidad puesto que esta candidata no pasa de ser una hechura de la ya doble mandataria.
¿Qué viene ahora? Durante algunas semanas se hará la prueba de si el nombre de Narváez merece el acatamiento de la izquierda democrática, desde la DC al PS (que ya rindió sus banderas sin resistencia alguna). Del PC no hay que preocuparse porque jamás le pondría la proa a quien la Sra. Bachelet elija, puesto que no hay nadie tan cercano a él como ella. Y en cuanto al Frente Amplio, puede que rezongue un poco, pero, finalmente, no tendrá más opción que apoyarla porque su carencia de opciones presidenciales con alguna posibilidad de éxito es evidente hasta para sus componentes. Pero, si la candidatura Narváez no despega con fuerza, siempre está la opción abierta de que sea la propia Sra. Bachelet la que asuma la tarea de enfrentar con verdaderas posibilidades al candidato de la derecha, previo, naturalmente, muchas visitas de corifeos que le rueguen que vuelva a “salvar la Patria”.
En América Latina están de moda los presidentes que antes fueron servidores de café de un demagogo potente, de modo que no se puede descartar que la Sra. Narváez se sume a la lista que tiene ya a tan distinguidos personajes como el Fernández de Argentina, el Arce de Bolivia, el Maduro de Venezuela, el Diaz – Canel de Cuba. Pero, lo que sí es seguro es que su campaña será un montón de lugares comunes porque la Sra. Bachelet sabe que no se puede obtener un programa verdadero de gobierno con la colección de números primos que son los partidos de la izquierda chilena, de modo que sus votantes tendrán que contentarse con planes tan concretos como “equidad”, “justicia social”, “derechos humanos”, etc.
El círculo de la Sra. Bachelet sabe que la gran ventaja de la derecha es que no está constituida por partidos que son números primos, de modo que siempre pueden alcanzar acuerdos programáticos precisos y ponerse de acuerdo en las decisiones trascendentales, lo que no puede hacer la izquierda. Pero también sabe que en la próxima elección la derecha cargará, quiera que no, con parte del tremendo fracaso del Piñera II, de modo que la elección es ganable si es que el sector moderado e independiente que es el que decide la elección se contenta con las mediocridades de un nuevo gobierno Bachelet. De esa manera, esa elección próxima le es perfectamente ganable.
Seguramente la Sra. Bachelet preferiría que la abanderada fuera su designada y no ella misma. De todas maneras gobernaría de nuevo al país y tendría espacio y tiempo para planear un Bachelet IV. Cierto que tendrá para entonces 74 años, pero ¿no está asumiendo Biden la algo más pesada carga que es la Presidencia de los Estados Unidos con 78? Al fin y al cabo, ¿quién en este mundo cree en la renovación?
Orlando Sáenz