Me ha interesado la polémica pública sobre el sueldo de Marcela Cubillos en la Universidad San Sebastián por tres razones muy precisas. La
primera es porque la veo como un signo de que la decadencia del país en materia económica e institucional también lo es en el terreno intelectual. En segundo lugar porque mi práctica
profesional me hace estar seguro de saber la explicación de por qué la USS le pago ese sobresueldo a Marcela Cubillos. Y la tercera razón es porque conozco a Marcela desde que tenía 4 años
y la trate continuamente hasta que la penosa separación de sus padres me impidió tratarla con la asiduidad de antes. Durante ese largo periodo pude aquilatar debidamente sus sobresalientes
cualidades.
En relación a la primera de estas razones resulta verdaderamente incomprensible que un país sumido en los problemas que Chile hoy tiene dedique varios días de sus autoridades, legisladores,
periodistas, dirigentes empresariales y otras magistraturas a discutir encarnizadamente sobre el sueldo de una persona en una institución privada. Si es que la USS tenía limitantes para
otorgarle un sobresueldo a uno de sus profesores porque lo hacía con fondos públicos, lo pertinente es que le caigan encima las sanciones que correspondan, pero enfocar las energías de todo un
país a discutir un asunto de esa magnitud es simplemente una señal de lo que podríamos llamar estupidez colectiva. Si tal fuera el caso, la USS tendrá que enfrentar las consecuencias y, en
todo caso, reconocerle un “royalty” al partidito del Frente Amplio que inventó las fundaciones fantasmas para extraerle al fisco miles de millones de pesos a lo largo de todo el país.
Tendrá entonces que lamentar que el “royalty” no incluya la garantía de impunidad que le otorgó el actual gobierno de Chile a ese partidito.
Mi práctica profesional me convence de que el sobresueldo de Marcela Cubillos en la USS se debió a lo que llamamos nosotros “efecto ancla”. Como este nombre puede no ser fácilmente
entendible para la mayoría de los chilenos, quiero pasar a explicarlo. Se llama efecto ancla a sistemas que con eficacia amplían con rapidez la base de clientes que requiere una empresa
para convertirse en rentable. El concepto nació hace ya muchos años seguramente en Estados Unidos, pero llegó a Chile solo en la década de los 80’s y aplicada a los centros comerciales que
requerían indispensablemente, que en ellos se instalara una o dos “anclas” que, en ese entonces, solo significaban las grandes tiendas de departamento como ya eran Falabella, Almacenes Paris o
Ripley. Si no había anclas, el centro comercial sería un sonado fracaso y con perdida enorme del capital invertido. Con el correr del tiempo han surgido otras soluciones para producir
el “efecto ancla” en los centros comerciales, como son los patios de comida, los multicines, los consultorios médicos, los bulevares de restoranes, los juegos infantiles, etc. Pero más
importante que eso, el concepto de “ancla” y la búsqueda del efecto “ancla” ha saltado a varios otros tipos de negocios y hoy no se puede pensar en el éxito de una emisora de radio o televisión,
de un restaurante grande, de un condominio, de una publicación, etc., etc. Sin algo que lo ancle. Y es fascinante recorrer el mundo para ver cómo se diseñan esos nuevos mecanismos de
anclaje. En Estados Unidos, ya hay restaurantes que traen vestidos y modelos que se pasean entre las mesas los fines de semana para llenarlos de público e igual cosa se puede apreciar
incluso para espectáculos deportivos. Hoy en suma es esencial y apreciado el diseñador de “anclas” para los más variados tipos de negocios.
Ciertamente que el efecto “ancla” ha sido especialmente propicio para los animadores famosos a los que se les paga muy bien en leer noticias en televisión o hacer grandes entrevistas en radios o
periódicos. Producen el efecto “ancla” y lo hacen con un mínimo esfuerzo porque su calidad de “rostro” los ha preparado para ganar mucho ya con poco esfuerzo.
Todo lo anterior alimenta mi convicción de que lo que la USS logró con Marcela Cubillos no solo fue lo que normalmente hace una buena profesora sino que produjo el efecto “ancla” en la nómina de
sus nuevos alumnos. En todo caso, esto no tendría nada de original porque hace mucho tiempo que las universidades de los países desarrollados se “anclan” con profesores famosos. Si
una universidad de esa recluta a un Premio Nobel, por ejemplo, lo anuncia a los cuatro vientos y tiene la seguridad de que servirá de foco para multiplicar los nuevos estudiantes. En la
escala modesta, atrasada y pacata de nuestro país, el mérito de la USS sería solo el de haber inaugurado el concepto de anclaje en una universidad, lo que no podía dejar de provocar un escándalo
en una sociedad tan desplazada en el tiempo y en el modo de pensar como es la nuestra.
Comprendo que cuando se alzan las voces de otros profesores universitarios que se sienten vejados porque no se les paga a ellos lo mismo que a un “rostro ancla” como es la Cubillos, es difícil
que el rector tenga el coraje de contestarles como en realidad las cosas son: “Tu no ganas lo mismo por las mismas razones que no te invitan a leer noticias en un canal de televisión, que
es porque no eres “rostro” y no te conoce nadie en la calle”. En todo caso, si el rector de la USS obtuvo su efecto “ancla” con Marcela Cubillos, le puedo asegurar que le salió
sumamente barato porque las “anclas” son siempre muy bien pagadas. Merecería, solo por eso, una gran felicitación pero no sé si ello fue prudente en una estructura universitaria con todas
las taras que este tipo de instituciones acarrea en este primitivo paisito.
En tercer lugar, creo que es pertinente la pregunta ¿Valen los servicios de Marcela Cubillos 17 millones de pesos mensuales? Si es por lo que yo conozco de ella, diría que en el
sector privado, Marcela está mal pagada. La conocí cuando era una niñita pero que ya en su carácter mostraba las poderosas corrientes de sangre que recibió de ambas familias progenitoras:
hija de Hernán Cubillos, Canciller de Chile, y de Marcela Sigal una excepcional mujer como he conocido pocas. Nieta del Almirante Cubillos (Comandante en Jefe de la Armada) y del Doctor
Sigal, demasiado conocido como para tener que apuntar a su biografía, y de doña Mimi Sallato otra incomparable mujer que convirtió la Embajada de Chile en Brasilia en un espejo de hospitalidad y
de señorío. La vi florecer en una adolescente singularmente inteligente, voluntariosa y enérgica y si bien me alejé de ellos a raíz de la separación de sus padres, he seguido
con cuidado y dedicación el destino de ella y sus hermanos, todos ellos notables personajes. De Marcela he leído cada noticia de su destino y cada expresión propia y mi impresión muy
bien fundada es que se trata de una persona que hará surco en la historia de Chile. Creo que será una brillante alcaldesa y no sería yo el que se asombrara si en 2029 todo Chile la esté
mirando como una de las poquísimas personas capaces de sacar al país de su letargo y volverlo a poner sobre rieles de progreso. Ciertamente que, si llega ese día y estoy todavía vivo, me
arrastraría gustoso a la urna para apoyarla con mi voto porque amo a Chile y me podría dormir sabiendo que queda en buenas y capaces manos.
Orlando Sáenz