En las últimas semanas, han sido varios los ex altos funcionarios de gobiernos anteriores que, con el pretexto de publicitados “meas culpas”, tratan de promover la nostalgia de la era Bachelet. Han usado para ello un instrumento mucho mas inteligente y sutil que el simple panegírico – para el caso, insostenible – que consiste en declararse ellos culpables de no haber comprendido y apoyado como se debía el grandioso y clarividente programa de profundas trasformaciones sociales que había concebido la mandataria y que, sin duda, habrían evitado el “estallido social” que ha dado al traste con la marcha del país hacia el pleno desarrollo. Esa confesa incomprensión llevó a las fallas y timideces que impidieron el parto de ese Chile nuevo y radiante imaginado por el numen de la esclarecida gobernanta y habría terminado por convertir en mediocre un gobierno que pudo y debió haber sido brillante.
No es un gran desafío desnudar la falacia y segunda intención de esa argumentación. Si el plan maravilloso de Bachelet hubiera en verdad existido, o no se lo mencionó a nadie o era tan disparatado como para que ni sus más cercanos colaboradores lo entendieran – para no hablar del pueblo chileno. Si hubiera en verdad existido, y ella disponía hasta de mayoría parlamentaria, su gobierno sería inexplicable por la falta de su implementación. Si hubiera en verdad existido, no habría surgido el Frente Amplio ni Don Sebastián Piñera hubiera superado por mas de diez puntos la votación del candidato continuista. La única verdad de las declaraciones que comento es que el “estallido social” no habría ocurrido bajo Bachelet, pero no por las razones aludidas, si no que porque toda la organización material y logística de la asonada es obra de fuerzas políticas que eran parte de su gobierno y, además, la parte más empoderada.
Pero, aun así, las declaraciones que motivan esta reflexión son importantes porque tienen de reveladoras lo que no tienen de veraces. Y ello porque son el anuncio del inicio de la cuarta fase del Bachelet III, entendiendo por tal el plan para obtener un tercer mandato presidencial para la dos veces ex mandataria.
Tomé conciencia de la existencia del Bachelet III a raíz de una pequeña investigación sobre el complot para destruir la candidatura presidencial de Don Ricardo Lagos en 2017. En ese entonces escribí un artículo sobre ese plan que mereció general incredulidad. Para mi sorpresa, todos los hilos de dicho complot iban a parar a la Moneda, lo que conducía a una pregunta insoslayable: ¿por qué Bachelet podría no querer que el expresidente Lagos fuera el candidato de lo que entonces quedaba de la Nueva Mayoría cuando, evidentemente, era el único que podía enfrentar con éxito al candidato de Chile Vamos? Resolví el enigma como siempre hago, esto es conversando con algunos de los mejores observadores políticos que conozco y sus confidencias me hicieron comprender a cabalidad el abismo que por entonces existía entre Michelle Bachelet y Ricardo Lagos, motivado por el disgusto de éste debido a tres razones muy concretas y consecuentes: la sistemática devaluación de la obra de la Concertación, la influencia predominante del Partido Comunista en el gobierno y el sostenido encubrimiento del caso Caval por parte de la Moneda. Con ello, la mandataria sabia que un segundo gobierno de Don Ricardo Lagos sería el terreno menos apto para el avance del plan para repostularla en el siguiente periodo. Por tanto, sabía que evitar esa candidatura era necesario y entonces, con la oblicuidad que la caracteriza, movió sus peones dentro del PS escondida tras el dócil Álvaro Elizalde.
Tal vez nunca sabremos cuando nació el Bachelet III. Lo más probable es que fuera cuando estalló el escándalo Caval y pudo temerse que sus consecuencias mancharan indeleblemente la imagen histórica de la doble mandataria, asociándola más a la corrupción que a la grandeza. Se necesitaría un tercer periodo para asegurarse un retiro con recuerdo a lo Eva Perón y no a lo Cristina Fernández. Como quiera que fuera, el plan se puso en marcha y su fase uno lo marcó la destrucción de la candidatura Lagos, siendo la segunda la de la apresurada construcción de una candidatura dócil y dependiente, como fue la de Alejandro Guillier.
Por cierto que la contundente victoria electoral de Don Sebastián Piñera fue un tropiezo duro, pero se pudo superar en la fase tres porque la Sra. Bachelet jugó magistralmente todas sus relaciones para obtener el nombramiento de Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, cargo que cumplía el fundamental propósito de entregarle una alta tribuna para periódicas apariciones en el escenario chileno y en un rol de mucho contenido emotivo.
Sin embargo, lo que ha venido en fundamental ayuda del Bachelet III es el calendario y la pandemia. Cuando ésta se supere, se habrá agotado el tiempo para que la centro – izquierda y la extrema izquierda gesten un liderazgo y un proyecto nacional y se enfrenten a un panorama en que la única figura que las encuestas muestren con respaldo esperanzador sea la de la Sra. Bachelet. Llegó pues la hora de la fase cuatro y por eso el escenario se llena de lagrimosos candidatos a ministro que confiesan que el tiempo les ha abierto los ojos para comprender, en toda su grandeza, el arcano plan Bachelet para crear un Chile más justo y equitativo. Es fácil predecir lo que vendrá. En cuanto se salga de la emergencia sanitaria comenzará la sistemática romería de personajes a Ginebra para rogarle a la Sra. Bachelet que acepte la tarea de volver a salvar a la patria. Inicialmente, ella se negará rotundamente, pero, por allá por el próximo mes de marzo, pondrá cara de mártir y aceptará la corona del martirio y se dedicará a repartir promesas de ministerios, subsecretarias y de altos cargos en el estado según dicta la costumbre de la clase política de repartírselo tras cada elección.
Y lo mas notable es que esta extraordinaria trama política bien puede tener un final feliz. La coalición política que sustentó a don Sebastián Piñera está más confundida y dividida que lo que estuvo la Nueva Mayoría hace tres años, el Frente Amplio nunca logró estructurarse y la Centro Izquierda se ha pulverizado. En ese caos político hundido en el desprestigio y la indiferencia ciudadana, bien puede ser que la inercia del sistema le otorgue un tercer mandato a la Sra. Bachelet, incorporándola al ultra exclusivo grupo de los multipresidentes de Centro América y el Caribe. Y eso que en Chile todavía no cultivamos bananas.
Como quiera que sea, estamos tan agotados de ideas que caminamos dócilmente hacia el Bachelet III.
Orlando Sáenz