¿SERA FELIZ LA NAVIDAD?



El próximo domingo 17 de diciembre los habitantes del país con derecho a voto concurrirán a las urnas para aprobar un texto constitucional que supuestamente deberá enmarcar el acontecer público de Chile en las próximas décadas.  Las opciones son un proyecto elaborado por la asamblea elegida el 7 de mayo pasado o la actual constitución vigente que quedaría ratificada si es que el voto de rechazo predomina.  La gran mayoría nacional concurrirá remolonamente a las urnas creyendo que se trata de escoger objetivamente la mejor de ambas alternativas y, por lo tanto, votará dividida entre quienes aprueben y quienes desaprueben de buena fe.  También en esa mayoría habrá muchos votos en blanco porque provendrán de quienes, sintiéndose inseguros de la mejor opción, prefieren que la selección la hagan quienes tienen convicciones más ilustradas o firmes.

Sin embargo, habrá un considerable número de sufragantes, estimables entre un cuarto y un tercio del total, que concurrirá a las urnas para elegir entre dos opciones que le son odiosas: o un proyecto elaborado por sus más enconados opositores políticos o la prolongación de una constitución que ha repudiado desde su misma formulación en el año 1980, con el agravante de que ese repudio lo ha manifestado con los epítetos más agresivos y vejatorios.  Si los votos de esa minoría fueran sinceros, deberían estar en blanco porque sería la forma natural de manifestar el rechazo de ambas opciones.  Pero ese bloque político votará unánimemente por el rechazo del nuevo proyecto por razones simplemente tácticas.  Obligado a elegir entre dos opciones que le repugnan, va a votar en bloque por la que le sea más fácil de impugnar inmediatamente después y esa no es otra que la actual constitución cuyo reemplazo fue aprobado transversalmente cuando se decretó el inicio del proceso constituyente. 

De ese modo, el miembro de la mayoría que vote por el rechazo estará, de buena fe, ayudando a quienes solo pretenden prolongar el proceso que ya ha sembrado la total incertidumbre en la vida nacional.  Y ello porque, desgraciadamente, el plebiscito del 17 de diciembre será solo una batalla más entre dos concepciones totalmente opuestas de lo que debe ser el Chile del futuro.  Bajo el aspecto de una elección entre dos proyectos constitucionales democráticos para una sociedad libre, lo que realmente ocurre es un episodio más de la pugna entre un proyecto de futuro nacionalista, de libre iniciativa y de opciones abiertas para todos y otro proyecto socialista, comunitarista, autoritario e internacionalista, como han sido los proyectos implantados en Cuba, Nicaragua y Venezuela, por solo nombrar a los más cercanos.  Lamentablemente, la votación de diciembre no pondrá término a la pugna constitucional, que es la forma que en Chile ha adoptado el combate universal entre la libertad y la esclavitud.  En el mejor de los casos, marcará solo una tregua en un combate que ya será estructural porque en Chile se ha constituido una minoría considerable que ve en el proyecto totalitario su único punto de conformidad.

En todo caso, la tregua será más prolongada y tranquilizadora si el 17 de diciembre triunfa el A favor.  Un nuevo esquema constitucional será, inicialmente al menos, más difícil de impugnar que el ya rechazado por un acuerdo transversal como fue el que inició el desgraciado proceso constituyente que le ha costado a Chile cuatro años de paralización.  Pero ese triunfo del apruebo es completamente incierto y, de producirse, no será por los márgenes contundentes que hubiera sido deseable.  Además, el triunfo del rechazo es perfectamente posible porque a la minoría política que apoya al actual régimen se le pueden sumar los votos bien intencionados de los que concurrirán al plebiscito sin conciencia clara de su significado.

Además de las consideraciones anteriores, es bueno tener en cuanta hasta donde ha influido en este escrutinio la perspectiva de la próxima elección presidencial.  Las ambiciones políticas no descansan y ya hay campañas que son fáciles de discernir en el acontecer político diario.  Y esas perspectivas han afectado más al sector democrático que al marxista.  Ello porque en aquel se perfilan con fuerza dos alternativas presidenciales potentes y totalmente dispuestas a llevar la pugna hasta sus últimos extremos.  En la izquierda, en cambio, la mal llamada centroizquierda o izquierda democrática está tan menoscabada y fraccionada que lo único que ve es un desastre electoral salvo que logre integrarse con la extrema izquierda en listas electoreras.  Existe una desproporción de fuerzas entre la izquierda dura (Partido Comunista y Frente Amplio) y la llamada izquierda democrática que empuja a la unidad, a diferencia de lo que ocurre en la derecha.  Ese factor también le ofrece al marxismo una oportunidad para amortiguar el tremendo desgaste que ha sufrido bajo el gobierno de Gabriel Boric a consecuencia de su inoperancia. 

Desgraciadamente pues, no se puede mirar con optimismo el futuro político inmediato de Chile.  Creo que el plebiscito de diciembre marcará solo una breve tregua política, tras la cual se reinstalará la inseguridad, la decadencia económica y los escándalos de corrupción a que el país ya parece estarse resignando.  No será esta una Navidad Feliz si no que estará llena de inquietudes.  Ojala el Año Nuevo traiga una luz de esperanza.

Orlando Sáenz