Siempre me ha fascinado el conflicto entre el dogma y la razón. Entiendo por dogma una proposición axiomática que se asume sin el visado de la razón, y
ello porque todos los seres humanos aceptamos dogmas y eso modela en gran medida nuestro proceder y, por tanto, tiene efectos sociales y desde luego políticos. Aún el ateo, que no cree en
Dios ni en dogma alguno, está aceptando ese como modelador de su vida. Todas las religiones se edifican sobre dogmas y también lo hacen todas las escuelas filosóficas y los programas
políticos. Pero, se quiera o no, el dogma siempre está en conflicto con la razón y ello frecuentemente provoca consecuencias lamentables.
El dogma fácilmente conduce al fanatismo y este con frecuencia deriva en intolerancia y violencia. Incluso nuestros dogmas cristianos han provocado negros
periodos en que se han cometido crímenes y excesos por la intolerancia. Esos periodos parecen ser etapas inevitables del desarrollo de las religiones y el mejor ejemplo contemporáneo de
ello es el comportamiento de los partidos comunistas, cuyo carácter dogmático los ha conducido a justificar masivas violaciones a los derechos humanos en una etapa enteramente comparable a la
época de la Inquisición feroz que ensombreció a la Edad Media y hasta después del Renacimiento.
Si se quiere analizar en carne viva el poder oscurecedor del dogma ejercido sobre una mente potente, el caso de Camila Vallejo es una muestra resaltante. La Sra.
Vallejo es, sin duda, una mujer muy inteligente pero tan dogmática que con frecuencia se embarca en argumentaciones tan ilógicas que llegan a producir la sensación de que no lo es. Por
ejemplo, recientemente ha postulado que el golpe de estado de 1973 fue consecuencia única y directa de la orden de Nixon en el sentido de desestabilizar al gobierno de Salvador Allende incluso
antes de que éste se iniciara. Basa su argumentación en una conversación presidencial revelada, como rutina, por el gobierno norteamericano de tiempo en tiempo. Pero ocurre que ese
dialogo habría tenido lugar en plena Guerra Fría y el advenimiento del gobierno marxista y abiertamente declarado antinorteamericano no podía dejar de hacer reaccionar así a un presidente de una
de las dos potencias que se repartían el dominio del mundo en aquel entonces. El surgimiento de otra Cuba en la parte del mundo que era de su dominio no podía producir otro efecto que el
reflejado en ese dialogo presidencial. Lo que pasa es que no conocemos los diálogos similares que tienen que haber tenido lugar, incluso en fechas anteriores, en Moscú, en La Habana y
seguramente en varios otros bastiones comunistas, pero orientados todos a aprovechar al gobierno de Allende para ayudarlo a destruir la democracia chilena y establecer otro bastión revolucionario
en plena América Latina. A la hora de juzgar cuales de todas estas intenciones se tradujeron en hechos concretos que condujeron al pronunciamiento militar de septiembre de 1973, no cabe más
que observar atentamente y con despejada mente el acontecer de los hechos en los tres años siguientes.
Si de mi experiencia en la época se trata, yo vi mucha más influencia en provocar el golpe de estado por el lado de la intervención cubana y del comunismo
internacional en Chile que la que pudiera haber ejercido la supuesta intervención norteamericana. Desde luego, nunca vi infantes de marina en los jardines de la casa presidencial de Tomas
Moro y sí que vi, y más de una vez, milicianos cubanos armados violando allí la majestad del estado chileno. Estoy positivamente seguro de que ese solo hecho fue más causante del
pronunciamiento militar chileno que cualquier otra cosa importada desde el exterior, para no mencionar la desvergonzada repartición de armas en grupos radicalizados de todo el país. Si la
presión norteamericana fue importante para el resultado final, debe haber sido muy discreta porque yo nunca la vi.
Por cierto que este simple razonamiento no significa necesariamente tachar de mentirosa a la Sra. Vallejo porque yo pienso que ella cree sinceramente en esa
disparatada versión. Y cabe preguntarse por qué puede ser así y la única explicación es el peso de los dogmas marxistas. Para ellos la intervención de fuerzas comunistas foráneas en
un país que promete una revolución de su signo es un derecho adquirido que no constituye pecado porque se enmarca en el principio de la internacionalidad de la camaradería proletaria. Para
ellos, la influencia norteamericana era y es una intervención imperialista inaceptable, mientras que la de ellos no es otra cosa que ayuda fraternal entre clases proletarias cuya representación
exclusiva es otro dogma.
Conozco testimonios de ex – comunistas que fueron capaces de liberar su razón del peso de los dogmas que postuló Marx y convirtió Lenin en una praxis
política. Por cierto que no sé si la potente inteligencia de la Sra. Vallejo será capaz algún día de liberar la suya. Mientras eso no ocurra, estará sembrando dudas sobre su retórica
que fluctuaran entre el cinismo y la ofuscación. Sería una lástima que así se desperdiciara un preclaro talento y por eso es que me propongo seguir vallejeando cada vez que ella
hable.
Orlando Sáenz