No conozco personalmente a Giorgio Jackson, de modo que mis apreciaciones sobre su personalidad están estrictamente referidas a aquello de “por sus obras los
conoceréis”. Pero, en el caso de este personaje, es tanto lo que revelan sus obras y sus dichos que es muy difícil equivocarse al juzgarlo como persona. Y creo que su acto más
revelador de lo que él es como ser humano es lo que ahora está haciendo al plantear querellas por injurias y calumnias en contra de los que lo apostrofaron cuando todavía era Ministro de
Estado.
El asunto de las fundaciones de Revolución Democrática (RD) es, sin duda el peor escándalo de corrupción política que hasta ahora registra la Historia de
Chile. En el pasado, habíamos sabido de actos de corrupción de personajes públicos, o de empresas, o de individuos al amparo de posiciones políticas. Pero nunca se había dado el caso
de todo un partido de gobierno estructurado para apoderarse de recursos públicos para sus propios componentes o para sus propios fines políticos. Mucho menos habíamos visto a todo un
gobierno comprometiendo su credibilidad para amparar y encubrir esos fragrantes ilícitos. El peor diagnostico que podría hacerse de Chile como conciencia moral, sería que ese tremendo
escandalo con el tiempo pudiera generar un resignado acostumbramiento que terminara por enterrarlo bajo la alfombra de la memoria, como ocurrió con el caso Caval. Para el gobierno de
Gabriel Boric, lo mejor que podría ocurrir es que surgiera un tema que ayudara a olvidar el episodio de las fundaciones y de la fetidez política que lo enmarca y que será, sin duda alguna, lo más
sobresaliente de su legado político.
En esas condiciones, la apertura de las acciones legales que ha anunciado Jackson le garantizan al gobierno de su camarada Boric muchos meses de primera plana
a propósito del asunto de las fundaciones. Muy probablemente arrastrará ante los tribunales a altos funcionarios de su gobierno (hasta el propio nivel ministerial) y a dirigentes políticos
de casi todo el espectro chileno. El que, a pesar de todas estas evidencias, Jackson insista en algo que solo puede reconfortar a su ego, dice de su persona más que todo su historial
anterior.
Significa, sin duda, que para Jackson su persona está por encima de toda otra consideración. Así como Donald Trump gobernó con el slogan de “Estados Unidos
primero” y echó abajo toda la adhesión ideológica de sus aliados, que leyeron claramente que la frase quería decir “Trump primero”, así Jackson sacrifica los intereses del gobierno de su camarada
Boric a la búsqueda de su propia futura trayectoria política. Su postura debe leerse como “yo no voy a pagar solo el precio de las fundaciones y estoy dispuesto a arrastrar conmigo a quien
sea con tal de sobrevivir políticamente”. Es parecido a lo que Trump hace eludiendo a la justicia norteamericana cuando se trata de castigar a quienes asaltaron el Capitolio para tratar de
impedir la proclamación de Biden.
Pero hay una gran diferencia. En el juego de Trump, existe una enorme cantidad de gente que lo respalda, lo que no ocurre con Jackson. El parece no
darse cuenta de que no hay justicia en Chile capaz de limpiarlo de la certeza popular de que fue el inspirador de las famosas fundaciones inventadas para defraudar. Ni Trump trataría de
hacer creer que robaron computadores de la Casa Blanca para hacer un negocio y que los devolvieron vaciados, incluso el propio, porque el asunto de la venta se les complicó. Es tan
transparente que todo el episodio fue para esconder las pruebas de su complicidad, que ni la Corte Suprema sería capaz de convencer a los chilenos de que ese fue un delito común intentado por
unos delincuentes estúpidos.
Jackson tiene el apetito de poder de un Putin, la frialdad para sacrificar compañeros y amigos de un Stalin, la crueldad y falta de escrúpulos de un Hitler, la
arrogancia de un Kim Jong – un, pero no tiene la inteligencia política de ninguno de ellos. No se da cuenta de que está políticamente murto y que vaga por un país en que solo lo aprecian
otros muertos políticos como él. En la historia no hay ejemplos de personajes que se le asemejen del todo y solo se pueden encontrar en la literatura, como que me recuerda al protagonista
de “Demonios” de Dostoyevski (Piotr Stepanovich Verjovenski).
Existen, desgraciadamente, seres humanos que incendiarían el mundo para salvarse a sí mismos o para sobresalir por encima de todos. Jackson podría ser uno de
ellos y no habría titubeado en desatar en Chile una sangrienta revolución con el empuje que creía daba el llamado (octubrismo). Si la intención del PC y del Frente Amplio era desatar una
revolución en Chile apoderándose de las banderas del octubrismo, se equivocaron al escoger candidato a la presidencia. Boric no es capaz de desatar una revolución ni siquiera en
Magallanes, pero Jackson es otra cosa, mucho más maligna y peligrosa. Boric tiene las dos almas de su gobierno en su propio interior y por eso vacila, rectifica y hace imposible seguirle
una línea clara de gobierno. Jackson sería exactamente otra cosa porque solo tiene un alma y es la de un ultra-izquierdista sin freno alguno. Boric sostendrá a Jackson sin
vacilaciones porque es para él su principal muleta programática. Jackson no titubearía en sacrificar a Boric si eso se le demostrara conveniente. Lo único que Giorgio Jackson parece
haber memorizado del todo, es el “Príncipe” de Maquiavelo.
Orlando Sáenz